Están por todas partes, se originan en más fuentes de las que se puede imaginar, y llevamos conviviendo con ellas toda la vida. Estamos hablando de las ondas electromagnéticas. Para muchos son consideradas como una gran amenaza para la salud, rechazando la instalación de antenas en su edificio o la proximidad de líneas de alta tensión a su vivienda. Pero, ¿es realmente cierta esta afirmación?
La humanidad ha estado expuesta a los campos magnéticos naturales de La Tierra, del Sol y de la Luna desde sus orígenes, y aparentemente no nos ha ido nada mal. Los campos electromagnéticos han ido proliferando a medida que la tecnología ha ido avanzando desde los grandes inventores como Nicola Tesla o Marconi, entre otros. Pero también se forman campos electromagnéticos de forma natural, por ejemplo, debido a las tormentas eléctricas.
Aunque la preocupación por las ondas electromagnéticas se suele centrar en las antenas de telefonía móvil y las líneas de alta tensión, la gente olvida que casi todos los dispositivos inalámbricos utilizan ondas de radio, es el caso del wifi, bluetooth, radio, televisión, juguetes de radiocontrol, walki–talkie y muchos más.
Lo primero que se ha de plantear uno es que las ondas electromagnéticas no se diferencian de las ondas magnéticas más que en su fuente de origen y en su permanencia. Un imán suele ser permanente, mientras que un electroimán en cuanto se corta la corriente eléctrica, pierde sus propiedades magnéticas.
A medida que la población se ha ido preocupando más y más por la posibilidad de que la radiación electromagnética sea perjudicial para la salud, se han ido realizando múltiples estudios al respecto de si provocaban cáncer u otras alteraciones en el organismo. De todos los estudios, ninguno ha sido concluyente en este sentido, no consiguiendo demostrar que fuesen claramente perjudiciales.
Perjudicial o no perjudicial
El magnetismo no deja de ser un tipo de radiación, y por tanto si puede llegar a ser perjudicial, pero serlo o no dependerá de su frecuencia o de su longitud de onda. Cuanto mayor sea la frecuencia, menor será la longitud de onda, y más energía transportan. Así los rayos X o los rayos gamma de los materiales radiactivos, que se mueven a estas altísimas frecuencias, transportan la suficiente energía para alterar los átomos y moléculas del organismo, pudiendo dañar el ADN celular y provocando enfermedades como el cáncer.
Por suerte, las frecuencias de los campos magnéticos generados por líneas de alta tensión, antenas, móviles, y en general debido a la industrialización, son bajas dentro de las altas frecuencias, por lo que transportan mucha menos energía, la cual es insuficiente para dañar la estructura celular, molecular o atómica de los seres vivos.
Por otra parte, aunque se haya demostrado que la energía de los campos electromagnéticos generados por el hombre no son perjudiciales a nivel físico, esto no implica que no lo sean a nivel mental. Y es aquí donde los estudios no son concluyentes, ya que de ser causantes de migrañas, alteraciones del sueño o en algunos casos alucinaciones, no se ha podido demostrar que sean los desencadenantes de estas alteraciones.
En conclusión, se puede decir que los campos electromagnéticos con los que tratamos a diario son inofensivos. No tenemos que temer al wifi, los móviles, o incluso las líneas de alta tensión, no son perjudiciales para la salud. Los rayos X serán probablemente los únicos a los que deberíamos tener cierto respecto y eso sólo si estuviéramos expuestos a ellos a diario.
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